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Nothing but Troubles

(2014. 7´ 15´´)

Nothing but Troubles alude con el título a una película de Sam Taylor de 1944, probablemente una de las peores de Oliver Hardy y Stan Laurel, más conocidos como el gordo y el flaco, en la estela cómica de The Cook con Buster Keaton.

La mesa y la comida son, sin lugar a dudas, los acontecimientos en los que de manera más evidente se ponen de manifiesto los comportamientos que dan lugar a un discurso en torno a la sociabilidad y la decencia, así como de lo que es considerado del ámbito de lo privado frente a lo público. La mesa, entendida como una línea de horizonte que divide en dos planos la realidad, establece jerarquías entre dualidades: lo que se ve y lo que se oculta; lo ordenado y lo desordenado; e incluso, cuando la transgresión ocupa lugar, lo sublime y lo escatológico.

La línea de la mesa secciona la imagen del video en dos partes: La de arriba, en la que se rescatan secuencias de la película de Marco Ferreri, 1973, La grande bouffe, evidenciando lo aberrante que puede llegar a ser el goce de la ingesta de comida sin medida y el consumo arbitrario del sexo. Del mismo modo, aparecen secuencias de la película de Peter Greenaway, 1989, The cook, the thief, his wife and her lover, con sus representaciones de canibalismo, donde la carne humana se adereza con otros alimentos para ser servida como festín o banquete. Películas ambas en las que se genera una apología de los comportamientos más sórdidos y procaces y todo tipo de ultrajes subversivos contra lo que se presupone correcto.

En el espacio doméstico, al igual que en la ciudad, se establecen intersticios no reglados, no reglamentados o, cuanto menos, no observados críticamente. Si esas zonas de sombra, tal como las definiese Foucault, escapan al control social se debe a que, en algunos casos como el baño, son áreas escusadas, o bien como en el espacio que reglamenta la mesa, ocupan su lado de sombra. Debajo de la mesa el mundo de las piernas y los pies se rigen por la ocultación, por no entrar en encuadre, por no ser visuales en un momento, el de la comida, en que todo es pertinente en función de unas reglas pero también de una fluencia de los sentidos que se concentran visualmente, olfativamente y gustativamente. En esa sinfonía de elementos concentrados y organizados sobre la tabla, el valor de la superficie articula y separa ambas experiencias comportamentales. La superficie, el arriba es organizado y pleno normativamente y el abajo es desregulado, inobservado y desconcentrado. Bajo la mesa suceden menos cosas que lo que su inaplicación y desobediencia podrían insinuar. Bajo la mesa es un intersticio, una falla, un lugar sin vigilancia, donde no aguarda el gran hermano, para ritualizar y posesionar el área; donde lo postural se teje por inercia más que por intención.